La literatura negra, es decir la novela negra y criminal, el thriller en Estados Unidos, el polar en Francia o la novela policíaca en España, ha adquiero tal carta de naturaleza en la literatura universal que en la actualidad aparecen escritores de todas las nacionalidades cultivando un género que de criminal cada vez tiene menos (aunque siempre haya un crimen) pero que de social cada vez tiene más. Es el caso del alemán Jan Costin Wagner, nacido en 1972 en Langen (Hesse), junto a la ciudad de Frankfurt, que los lectores españoles pudieron descubrir con la edición, también por parte de Edhasa, de “Luna helada”, donde por primera vez aparecía el policía finlandés Kimmo Jaentaa, que vuelve a ser protagonista en “Silencio de hielo” cuyo título ya coloca al lector en el espacio físico preciso para enfrentarse a una novela de dura como hielo, fría y descarnada, donde la desaparición de una muchacha sin dejar rastro enlaza con el asesinato, hace ya más de treinta años, de otra muchacha en el mismo lugar.
Las pesquisas de Kimmo Joentaa, en un espacio desangelado, cerrado y asfixiante, justo cuando el policía finlandés sabe muy bien lo que es perder a un ser querido, le permite a Jan Costin Wagner hacer un interesante y profundo retrato sobre la condición humana, sus mezquindades, debilidades y miedos, en una historia que atrapa al lector desde los primeros párrafos y que va desarrollando, como en un reloj de arena, grano a grano una intriga en la que se juega, con acierto y medida, entre el presente y el pasado. Un desarrollo detallado de los hechos, ricos diálogos y una mirada que disecciona con sólida eficacia una sociedad en crisis permanente, son los elementos más significativos de una novela que reafirma la valía como narrador de Jan Costin Wagner.