Hay personas que son sólo hacer que nombren alguna actividad, empresa, persona o enfermedad, toman un nuevo vuelo y se reivindican en la sociedad. Eso pasó con el alzheimer cuando Pasqual Maragall primero creo la fundación y posteriormente anunció ser uno de los enfermos de la misma. Desde ese momento la visión de todo el mundo, medios y particulares, quisieran o no, cambió.
Tras esa noticia el documentalista Carles Bosch decidió adentrarse en la vida de Pasqual Maragall y de esta manera de la enfermedad. Ya hace muy poco Jordi Solé Tura hizo lo mismo pero en el proceso final de la vida de su padre, con el documental ganador del Goya Bucarest, la memoria perdida, donde a través del momento final, iba recordando su vida pasada y al mismo tiempo descubriendo el porque de la degeneración de la persona que causa el alzheimer.
El personaje de Pasqual Maragall es enorme. El hombre que acabó de levantar mantener y elevar los JJOO a el mayor evento mundial que jamás haya vivido Barcelona, seguramente también España. Pero que ahora es capaz de considerar los mismos y lo que lo rodean como mandangas. Porque a veces mitificar los hechos, o simplemente saber como se consigue llegar a la meta, acaba por des mitificar y dejar en mínimos todo aquello que otros sitúan en lo más alto.
Ahora es el momento de dejar huella a lo grande. No es fácil que se intente hacer documentales de políticos estando en vida para dejarlos bien. Muchos son realizados o bien sin su apoyo o bien tras su muerte. Sobretodo aquellos que les gusta meter el dedo en la llaga. En cambio aquí, sea por su enfermedad, o porque ha sido un buen político, ha permitido ser retratado en su rutina, en su Barcelona amada y su Rupià de descanso. Queda esperar como ha quedado el documental, si se muestran los lados buenos y malos, o acaba siendo tendencioso.