La última novela gráfica de Miguelanxo Prado (A Coruña, 1958) es una joya. Un mirada bellísima sobre la memoria, con toda la fuerza expresiva (creo que Prado es más un pintor que un dibujante de historias) del historietista gallego, sin lugar a dudas uno de los más grandes narradores que ha dado el cómic y la novela gráfica en nuestro país. Es ya el título número quince de la colección Prado que Norma Editorial lleva publicando desde hace tiempo sobre el autor gallego y un verdadero regalado para todos los seguidores de este autor singular. Creador con una imaginación prodigiosa, la historia de “Ardalén” (como explica el autor al inicio de la novela, es un viento ábrego que sopla desde el mar hacia tierra y que según las creencias populares se origina en las costa americanas, atraviesa el Océano Atlántico y llega al suroeste de Europa) se centra en dos personajes prodigiosos: Sabela, una mujer en busca de los orígenes de su abuelo, quien se marchó a hacer las Américas y no volvió a dar señales de vida, y Fidel, un anciano que vive perdido en una pequeña localidad de la costa gallega y cuya memoria confunde la realidad con la fantasía, el recuerdo con los deseos y que vive en un espacio interior lleno de fantasmas, de sueños y de ilusiones. El encuentro de estos dos personajes desencadenara en Fidel una serie de recuerdos, a la vez que en la pequeña localidad donde vive provocará la partición de envidas y habladurías que el tiempo había acallado.
Una novela gráfica excepcional, con esa belleza que Prado sabe dar a sus historias, un colorido espectacular en cada una de las viñetas que son, sin exagerar, verdaderos cuadros. El autor de “De Profundis”, alcanza aquí otro hito mágico y extraordinario en su obra narrativa, profundizando en lo que es la memoria, propia y ajena, los recuerdos y los sueños, creando un mundo mágico donde aparece, para lo bueno y para lo malo, la verdadera naturaleza humana.