En “Un affaire casi perfecto” hay un crimen, pero es lo de menos en esta brillante novela de la chilena Elizabeth Subercaseaux (Santiago de Chile, 1945), escritora y periodista, quien a través de tres personajes tan singulares como un juez, un periodista y la amiga de una mujer asesinada, dibuja el difuminado retrato de esa mujer asesinada, Amalia Griffin. Con ese dominio de la narración que caracteriza la literatura latinoamericana, la autora presenta, a través, de los tres protagonistas de la historia, a la mujer asesinada. “Un affaire casi perfecto” no es una novela policíaca, ni de intriga, porque desde el primer momento el lector sabe quien es el asesino, lo que el lector no descubrirá hasta las últimas páginas son las diferentes reacciones de esos tres personajes que se mueven bajo la sombra de una Amalia poderosa y omnipresente. Cada uno con su secreto a cuestas, con sus problemas carcomiendo su razón, irá, capítulo a capítulo, desenredando ese ovillo de Ariadne que es la vida (y la imaginación) de Amalia, la verdadera protagonista de una historia tan rica en matices, en propuestas narrativas, donde el lector, casi sin saberlo, se convierte en el investigador que va indagando y descubriendo los acontecimiento que se producen alrededor de Amalia Griffin. Literatura de peso específico, donde las apariencias nunca engañan pero pueden llegar a confundir, “Un affaire casi perfecto” se proyecta, también, como una novela sobre la libertad de decisión, sobre la lucha para ser auténticamente uno mismo y propone al lector una larga serie de reflexiones sobre la honestidad, la pasión, la libertad sexual y el respeto a los muertos. Una novela sin el casi, es decir perfecta, donde el juez, el periodista y Teresa, la amiga de Amalia, se convierten en seres absolutamente reconocibles por el lector, auténticos y cercanos, precisamente por sus dudas, sus pasiones y sus debilidades. Una novela mayor, fecunda, donde a través de las miradas coincidentes de los tres narradores se descubre a la gran desconocida de la historia, esa Amalia Griffin, tan misteriosa para los que la conocieron como para ella misma.