De todos los detectives, investigadores, comisarios, policías y agentes secretos que ha dado la novela negra y criminal, el más singular, sin lugar a dudas, es Nestor Burma, creado en 1942, precisamente en esta novela “Calle de la Estación, 120”, por Léo Malet, un autor francés de ideas anarquistas que supo transmitir en las aventuras de Burma todo el peso de su mirada crítica y lúcida sobre la sociedad francesa de aquélla época. “Calle de la Estación, 120” es una novela criminal porque hay una serie de crímenes, persecuciones, intrigas, violencia y todos los elementos habituales de un género que, definitivamente debe dejar de considerarse un género, para convertirse simple y llanamente en literatura, pero la novela va más allá, porque se convierte, de la mano de Léo Malet en una crónica histórica y social de como estaba la sociedad gala durante la Segunda Guerra Mundial, en plena ocupación alemana.
Desde el Nestor Burma recluido en un campo de internamiento en la Francia ocupada, donde escucha una extraña dirección en la boca de un prisionero moribundo, hasta el Nestor Burma, convertido en una especie de Hércules Poirot, para descubrir en una reunión de presuntos culpables al verdadero asesino, la novela, tras una serie de peripecias, aventuras y situaciones intrigantes, donde queda patente la habilidad, capacidad deductiva y valentía del detective, le permite a Léo Malet dibujar un perfecto mapa de la situación que vivía el París ocupado.
Indiscutible padre de la literatura policíaca francesa, Léo Malet, se muestra en esta primera novela de Nestor Burma como un extraordinario narrador, que domina el tempo de la intriga, recrea los diálogos, dibuja con mano firme a los personajes y recrea el verdadero ambiente de aquella Francia asolada por el racionamiento, la división del territorio y las restricciones impuestas por los nazis. Un clásico de imprescindible lectura, porque permite entender la evolución que ha tenido, no tan sólo la novela negra francesa si no también cine negro francés.