#714 - Tragedia
 

 

De verdadera tragedia, de esas tragedias que si te la explican crees que son de cine, pero que en este caso se mezcla el cine con la realidad más impactante, es el drama que estos días de fiestas navideñas, despedidas de año y otras celebraciones, ha vivido, y vive, la familia Fisher-Reynolds. El fallecimiento a la temprana edad de 60 años de Carrie Fisher, hija del matrimonio entre Eddie Fisher y Debbie Reynolds, famosa especialmente por ser la princesa Leia Organa de la saga “Star Wars”, en una situación tan rocambolesca como cinematográfica: ataque de corazón en el avión que la llevaba de Londres a Los Ángeles, ingreso de urgencia en un hospital de la ciudad y fallecimiento sin poder superar el infarto. Su muerte desencadenó en los medios y en la red un aluvión de comentarios, noticias, pésames y notas de dolor, porque Carrie Fisher era reconocida internacionalmente por su papel en la saga, aunque en Estados Unidos era famosa su dimensión de guionista y escritora.

Como las tragedias para ser tragedias tienen que concatenar una serie de circunstancias absolutamente impensables (aunque desgraciadamente ocurre más y más a menudo de lo que se cree), un día después del fallecimiento de Carrie, moría de un derrame cerebral su madre, la insigne actriz Debbie Reynolds, la pizpireta muchacha de “Cantando bajo la lluvia” y cuya fama internacional está asociada a este famoso musical, aunque en su filmografía hay otros títulos importantes como “Molly Brown, siempre a flote” (Charles Walters, 1964), papel por el que estuvo nominada a los Globos de Oro y a los Oscar. Tenía 84 años y el dolor, indudablemente el dolor, de ver morir a su hija de 60 años, acabó con ella de forma fulminante. No es la primera vez, ni la última, que el dolor, la tragedia, también mata. La tragedia de la familia Fischer-Reynolds, con Todd Fisher como el último de la familia, no es una tragedia única, pero si es una tragedia pública. Con seguridad, esta misma historia, estos mismos días de fiestas y celebraciones, se ha repetido equis veces en algún lugar del mundo. Una muerte que lleva a otra muerte. Un dolor que no supera el duelo. Un duelo que mata.

El cine es una gran mentira (dicho con todo el respeto), porque es una caja mágica, una caja de sueños e ilusiones, que traslada a mundos a la vez reales e imaginarios. La vida es una realidad siempre cruda y dura, siempre directa y penetrante. En la vida no hay finales felices, ni historias vacías, ni sueños realizados. La vida y el cine se han fundido en esta ocasión para demostrar que no hay nada seguro, que lo único cierto es el famoso “carpen diem”, del poeta romano Horacio: “Cosecha el día”. Cuando la tragedia se convierte en carne viva no hay palabras de consuelo, porque junto con Carrie y Debbie han muerto, estos días de fiestas y celebraciones, miles de personas y el dolor individual, la tragedia real y colectiva, no se puede expresar con palabras. Quizás el silencio, el respeto silencioso, sea la única herramienta para volverse a levantar y “cosechar el día”.

Coda: “Ama ahora mientras vivas ya que muerto no lo podrás lograr” (William Shakespeare, 1564-1616).

Por Miguel-Fernando Ruiz de Villalobos

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