#710 - Necrológicas y aniversarios
 

 

En el mundo del cine, entre otras cosas, se vive de necrológicas y aniversarios. Es un nunca acabar dedicarte a hacer las necrológicas de todos los profesionales del cine que mueren, si no diariamente, día sí, día no, con lo que recordar, con lo matices que da la muerte de que nunca se puede hablar mal de los fallecidos, la carrera, obra y personalidad del fallecido, director, actor, productor o cualquier otro profesional del cine, más o menos popular, resulta tan exhaustivo como repetitivo. ¿Cómo decir algo nuevo de la obra de Vicente Aranda, cómo descubrir alguna nueva cara de Christopher Lee, cómo loar más la majestuosa carnalidad de Laura Antonelli, cómo referirse a la importancia de los actores de carácter en la persona del actor Aitor Mazo, cómo hacer llegar la maravillosa música de James Horner, fallecido en accidente de aviación a los 61 años, o cómo, desde la distancia, acompañar en el dolor a Penélope Cruz por la muerte de su padre, don Eduardo Cruz, a la temprana edad de 62 años?

Las necrológicas que forman parte de la vida misma, tienen en el cine un valor añadido, forman parte de devenir histórico de la industria y son el aliciente para cuando no se tiene nada importante que decir se pueda uno explayar con una brillante necrológica de fallecido de turno. Lo mismo ocurre con los aniversarios, son imprescindibles para festivales de cine y filmotecas. ¿Cómo si no se pueden hacer ciclos y homenajes sean por el centenario del nacimiento (este año vivimos el de Orson Welles con numerosos y oportunos actos y publicaciones), o por los cincuenta o cien años de una muerte?

Así pues, es cierto que periodistas, informadores, críticos e historiadores de cine, vivimos de los muertos, porque es cierto que no se publicitan los cincuenta años de un actor, o una actriz, o un director, sean cincuenta años de edad o de profesión. Hay que llegar a la muerte para volver a ser noticia de cabecera (depende de la popularidad del fallecido) y dar pie a que nos pongamos las botas (casi siempre deprisa y corriendo) escribiendo sobre las virtudes, obras magnas y recuerdos positivos del fallecido.

El famoso y popular dicho (y no por ello menos duro y desagradable) de “el muerto, al hoyo, y el vivo, al bollo” viene como anillo al dedo para entender la importancia de las necrológicas y de los aniversarios en el mundo del cine y de la información cinematográfica. Pero es triste que sea la muerte, inseparable compañera de nuestros días, la que nos recuerde las películas de Vicente Aranda, los personajes de Christopher Lee, la belleza de Laura, las virtudes de Aitor Mazo, las inolvidables melodías de James Horner o el anonimato de don Antonio Cruz, en una clara demostración de que vivimos más del ayer que del hoy y nada, nada del mañana, aunque muchos se empeñen en que cambiando las cosas vamos a cambiar la esencia humana, que seguirá enterrado a sus muertos, recordándolos cuando toque y poniéndose morada de bollos.

Coda: La muerte es un castigo para algunos, para otros un regalo, y para muchos un favor” (Lucio Anneo Séneca, 4 a.C.-65 d. C.)

Por Miguel-Fernando Ruiz de Villalobos

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