#701 - Muerte
 

 

La Muerte es tan molesta como imprescindible. La Muerte es la más democrática de las opciones que tiene la vida. Todos pasaron, pasamos y pasarán por su ventanilla, mucho más resolutiva que la de Hacienda, porque no se puede devolver el capital acumulado durante la vida, ni solventar las deudas, ni obtener una dispensa.

Viene todo esto a cuento, ya sabe/saben mi/mis lector/lectores, que en muchas ocasiones me pierdo por los cerros de Úbeda, por las recientes muertes en este ferragosto (que acertados son en este caso los italianos para definir muy bien un mes cero de nuestro calendario y que ha sido llevado varias veces al cine, recordemos dos títulos imprescindibles como “La escapada”, 1962, y “Vacaciones de ferragosto”, 2008), de dos estrellas de Hollywood, como fueron/son Robin Williams y Lauren Bacall.

Dos muertes de muy distinto signo pero de los mismos resultados. Mientras Robin moría a los 63 años, Lauren fallecía a los 90 años. El primero se suicidaba y la segunda moría por muerte natural, la de los 90 años. Dos destinos bien diferentes en un mismo escenario: Hollywood. Un escenario que tiene a la Muerte como gran protagonista, porque las muertes de famosos, y aún más de los famosos de Hollywood, son muertes de otra categoría, de otro rango. Y muertes así, merecen un escenario como el de Hollywood, donde el estornudo de la estrella de turno se convierte en un tsunami informativo, o donde las ojeras del galán de moda se convierten en una noche de disipados e innombrables vicios.

No hace falta hablar ni de Williams ni de Bacall, los medios, que en pleno ferragosto tienen que sacar noticias de debajo de las piedras, se han frotado las manos y han lanzado millones de minutos por las ondas, millones de imágenes por las televisiones, millones de letras impresas, y ya no queramos saber lo de Internet, que ha batido récords de récords.

La Muerte, mucho más seria que el fastuoso, untuoso y doloroso (mucho oso evidentemente) mundo de Hollywood, no sabe de escenarios, ni de categorías, ni de rangos. Es lo bello de la Muerte (recuerden la bella Muerte encarnada por Jessica Lang en “All That Jazz” (1979), de Bob Fosse), que no hace distinciones por razones de razas, sexos, religiones, ideologías, culturas o gustos. La Muerte no tiene un precio (aunque el spaghetti western se empeño en ponerla en el mercado de valores) y simplemente actúa de acuerdo con los avatares del destino de cada uno, de cada cual.

Las muertes de Williams y Bacall, bien diferentes, bien opuestas, y la proyección mediática que han tenido, vienen a confirmar que la Muerte es un personaje eterno, impredecible, protagonista absoluto de esta comedia que es la vida y en la que todos, de una forma u otra, esperamos, con la lógica inquietud, cuando nos tocará hacer de secundarios de tan absoluta protagonista.

Coda: La muerte es dulce; pero su antesala, cruel” (Camilo José Cela, escritor español, premio Nobel de Literatura, 1916-2002)

Por Miguel-Fernando Ruiz de Villalobos

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