#939 - El cine de la economía colaborativa.

 

 

Se ha puesto de moda la expresión de economía colaborativa. Cada persona puede definirla como prefiera. Pero lo que está claro es que se lleva al limite la llamada solidaridad económica. Hasta la fecha toda actividad laboral y económica estaba acompañada de una serie de impuestos que su función es la de conseguir un bienestar entre todas las personas con servicios de mínimos a los que nadie debería de tener acceso. La idea es buena. Pero como siempre hay un mal uso que ahora haya conseguido que muchas personas decidan salir de este sistema de solidaridad y buscar otros caminos para que no falte nada a nadie.

Muchas personas han decidido seguir trabajando, pero sin avisar a entidades públicas. Eso quiere decir que no paga impuestos por actividad laboral, de la misma manera que con el tiempo irá viendo reducidos sus derechos. No sería insolidario este hecho si está perdida de derechos por la omisión de las obligaciones, si solo afectará a aquellas personas que decidan elegir esta opción. Pero la estructura administrativa no distingue entre quien informa de su trabajo y de quién no. Así que si un día tras otro ve reducidos sus ingresos y sus población a cubrir se mantiene o aumenta tendrá que ajustar sus presupuestos. Una de las partidas que nunca se verá afectada es la de los salarios de los políticos. Así que tocara reducir educación, sanidad y otros servicios sociales. Y se reduce para aquellas personas que hacen economía colaborativa y las que no.

Parece que tengan que ser las personas que no tienen otra opción que entrar en este formato de trabajo los culpables. Cuando en realidad son las víctimas. Porque detrás tienen a grandes multinacionales que amparadas por grupos que están en cualquier otro país menos en el que operan, y explotan a su personal con los que a penas les ofrecen un contrato indigno de un supuesto país del bienestar. Este es el problema real de la economía colaborativa. Un nuevo formato de esclavitud que o invierte en la solidaridad de la sociedad.

El cine no se queda al margen de la realidad. Y entre todas las piezas de la cadena los exhibidores y los espectadores son los más débiles. Obligados a cubrir las necesidades de productoras y distribuidoras, sobretodo las majors, que dominan con fuerza todos los ámbitos del cine hasta que llegan los espectadores. Que su única opción de combatirlos cuando la economía colaborativa todavía se llamaba piratería, era a través de los juzgados. Porque al final era eso la piratería, economía colaborativa. Uno invertía en una película, y luego la compartía con el resto de personal que deseara mirarla.

Prefiero, sin duda, el cine colaborativo que ofrecen plataformas como verkami. Ser parte de la creación, aunque sea solo poniendo algo de dinero. Pero aquí si que colaboramos, y quien colabora es premiado, dependiendo de su aportación. Bastante más sensato.


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